¿QUIÉN SOY?

Mi nombre es Thais Escalona, terapeuta y facilitadora con más de 10 años de experiencia en el camino de la sanación holística y espiritual. A lo largo de mi trayectoria, he tenido la oportunidad de formarme en Psicomedicina, psicología holística, chamanismo andino, fitoterapia, hipnosis, terapia intrauterina y técnicas como Kundalini Activation y SAAMA, entre otras. También he aprendido de chamanes y médicos tradicionales de diversas culturas, como Doña Elvira (Vida Luna), Tambo, Iván y Pamela, etc.. He vivido experiencias transformadoras en la selva, conviviendo con chamanes y aprendiendo de todo el proceso de cocinar y preparar medicinas ancestrales.

Trabajo desde el corazón, combinando herramientas y conocimientos para acompañarte en tu proceso de sanación. Desde la creación de productos naturales con mi huerto medicinal hasta sesiones personalizadas, mi misión es ayudarte a sanar cuerpo, mente, alma y espíritu.

Creo profundamente en la capacidad innata de sanación que todos tenemos. Mi labor es ser un puente para que reconectes con tu esencia, te liberes de cargas y puedas avanzar con plenitud. Cada sesión, cada ceremonia, cada producto que elaboro nace del amor y el respeto por el proceso único de cada persona. Mi propósito es acompañarte en el camino hacia una vida más consciente, equilibrada y llena de luz.

Si quieres conocer más sobre mi camino y experiencias, encontrarás más detalles a continuación.

 

 

¿Quién soy?

La verdad es que todavía sigo en la búsqueda de quién soy realmente.

Mi nombre es Thais Escalona.

Me considero una servidora, al servicio de todas las personas que lo sientan necesario.

Desde los 20 años, no he vivido en el mismo lugar más de 7 meses seguidos. Me encanta viajar, descubrir culturas y formas de vida diferentes. Durante muchos años, trabajé como chef, dividiendo mi tiempo entre el invierno en un barco y el verano en Suiza.

Siempre me ha gustado ayudar a las personas.

Una gran amiga me dijo un día:

«Donde el alma vibra, ahí es».

Esas palabras resonaron profundamente en mí y me llevaron a decidir el camino que quería tomar en mi vida.

Desde 2008, he tenido el privilegio de contar con una gran maestra, Astrid, una mujer alemana que me introdujo al mundo espiritual. Al principio, no entendía nada de lo que compartía, pero poco a poco me ayudó a vivir con mayor conciencia. Me enseñó a sanar con las manos y a trabajar con la energía. Una de sus enseñanzas más valiosas fue la importancia de limpiar y proteger nuestra energía antes de realizar cualquier trabajo.

Durante los primeros años de mi vida enfrenté pruebas difíciles, y hace 5 años llegó un momento crucial en mi vida. Experimenté una catarsis profunda y sentí que tocaba fondo. Busqué alternativas, negándome a soluciones convencionales como la medicación, y encontré a dos personas maravillosas: Juan Diego y Daiva. En su centro holístico, Afinando el Alma, viví una de las experiencias más transformadoras de mi vida.

 

 Participé en una ceremonia de San Pedro. Al principio fue desconcertante, pero con el tiempo comencé a experimentar una paz y calma interior que nunca antes había conocido. Mi mente estaba en silencio, y empecé a ver y sentir la vida desde otra perspectiva, llena de amor, comprensión y aceptación. Ese momento me permitió perdonarme a mí misma, liberar rencores y sentir una gratitud indescriptible. Hoy agradezco todas las experiencias difíciles, porque me han convertido en quien soy y me han llevado hasta aquí.

Este cambio interior me impulsó a profundizar en el estudio de estas herramientas. Realicé una ceremonia de Ayahuasca en Austria, durante un retiro de tres días con el Taita Juan Martín Jamoai, un gran chamán de Colombia. Ver cómo trabajaba con la energía fue fascinante, una experiencia casi mágica que me permitió sanar episodios aún más profundos de mi vida. Cada ceremonia me ha brindado nuevos conocimientos y una comprensión expandida de mi camino.

En ese momento decidí hacer un curso de chamanismo con Psicomedicina. Al terminarlo, me embarqué en otro de Sanación del Ser con Vilonat Clop, nivel 1 y 2.

Fue entonces cuando Antoni Donet, de Psicomedicina, un buen amigo hoy en día, me habló de una Mujer Medicina de México, Doña Elvira (imagen). No me lo pensé dos veces y decidí conocerla. Tuve la fortuna de compartir una semana con ella, una experiencia que resultó ser como una formación intensiva, donde me enseñó muchísimo.

Doña Elvira, más conocida como Vida Luna, ha heredado la sabiduría y conocimientos de sus ancestros, perteneciendo a un linaje de generaciones de sanadores. Nació en México y, con tan solo 7 años, su padre la llevó a conocer a la reconocida Doña Pachita, quien inmediatamente la identificó como una Mujer Medicina. Durante esa visita, Pachita le realizó una ceremonia donde reconoció sus “dones,” capacidades, y le ayudó a descubrir su animal de poder, entre otros aspectos esenciales de su camino espiritual.

 

En México, conocí a grandes chamanes y personas Medicina. Entre ellos, Memi y Pina Kamanawa, líderes del pueblo Varinawa (Noke Koi) de Brasil, me enseñaron su conexión ancestral con las plantas y la energía. Jorge Cipactonal, médico tradicional de México, compartió su vasto conocimiento sobre la sanación espiritual y física.

También tuve la fortuna de aprender de Roberto Aguayo, Haiwiya, y Yolanda Minjares, Marakames Wixárikas, guardianes de las tradiciones huicholas y peregrinos de Wirikuta. Además, en Portal Xibalba, Oscar Bolívar y Rocío trabajan con un enfoque integrador junto a grandes chamanes, enriqueciendo el espacio con sus prácticas.

Finalmente, Iván y Pamela, mexicanos con los que colaboré más adelante en España, me mostraron nuevas formas de trabajar con las energías. Cada cultura me ha ofrecido una perspectiva única, con el común denominador del respeto y el amor profundo hacia las sagradas medicinas, herramientas de transformación y conexión con lo más esencial del ser

 

La mitad del viaje lo hice sola; quería vivir la experiencia de esa manera, aunque mi entorno insistiera en que era una locura y muy peligroso. Volví fascinada. Fueron experiencias profundamente transformadoras.

Al regresar, me apunté a una formación de Chamanismo Andino, particularmente el de los Q’eros, en la escuela Kawsay Kayaway, con Antonio Raban. Allí aprendí sobre la cosmovisión andina. Tuve el honor de realizar dos Karpay (iniciaciones).

Fue en este punto donde comprendí la importancia de sanarse. Dedicar tiempo y recursos a mi sanación personal resultó ser la mejor inversión que podía hacer. Aprender a mirar mi alma, atender mis heridas y trabajar en ellas cambió mi forma de vivir y de entenderme.

Más adelante, comencé otra formación con Psicomedicina, Líderes de Terapeutas, un curso muy completo en el que aprendí sobre psicología holística, árbol genealógico, sanación con péndulo, registros akáshicos, hipnosis, terapia intrauterina, y terapias cuánticas, entre muchas otras herramientas poderosas para la sanación y el crecimiento personal.

 

 Mi siguiente paso fue viajar a Panamá, donde conocí a la Familia de Medicinas Ancestrales, un equipo de grandes personas Medicina como Claudia, Alison, Jesica, Ricardo, Edwin y el Taita Tambo (imagen), entre otros. Me sentí como en casa, acogida con un profundo amor, como si formara parte de una gran familia. Fue una experiencia mágica, y la fortaleza del Taita Tambo me fascinó. De esta vivencia nació la idea de visitar el Putumayo, en Colombia, algo que compartiré más adelante.

Cada ceremonia me permitió experimentar sanaciones profundas, transformaciones y una conexión más consciente conmigo misma y con el mundo.

En ese tiempo, tuve la oportunidad de cruzar el Canal de Panamá, y tras un retiro de dos días con la Familia de Medicinas Ancestrales, emprendí una travesía por el Pacífico hasta Tahití. Fueron 29 días en silencio, sin internet, acompañada solo por mi pareja, la inmensidad del océano, las estrellas, los amaneceres, atardeceres, los delfines, ballenas y alguna que otra tormenta. Momentos de integración muy profundos, donde experimenté la grandeza del todo y la simplicidad de la nada.

Cada travesía ha sido para mí una terapia para el alma. Te permite conectar contigo mismo, con tus pensamientos y tu espíritu. Aunque son experiencias maravillosas, también enfrentan a situaciones de peligro real, no solo temores imaginarios. Dormir no más de cuatro horas seguidas durante la travesía, el cansancio acumulado, el vaivén constante de las olas, y la necesidad de tomar decisiones críticas en momentos tensos fortalecen el espíritu. Estas vivencias me han ayudado a dejar de preocuparme por cosas sin sentido y a centrarme en lo esencial.

La sensación al avistar tierra tras tantos días es indescriptible. Pisar tierra firme después de tanto tiempo en el océano es extremadamente gratificante. ¡Lo conseguimos! Otro reto y desafío superado.

Son experiencias que enriquecen el alma y te enseñan a mirar la vida desde una perspectiva más tranquila y con mayor conexión al presente.

 

Fuimos 17 personas Medicina y pasamos 15 días en la selva, completamente inmersos en el proceso de preparar la medicina. Desde buscarla, recolectarla, pelarla y cocinarla, todo se hacía con dedicación y trabajo en equipo. Teníamos tres ollas gigantes (imagen), que debían mantenerse al fuego constante durante 12 días, siempre con alguien vigilando que las llamas no se apagaran.

La selva nos rodeaba con su impresionante biodiversidad, y compartíamos el espacio con los peligros naturales que conlleva: serpientes, arañas, jaguares y otros animales salvajes. Nos lavábamos en el río Putumayo, cuyas aguas teñían de barro la piel al secarse, y dormíamos en hamacas, bajo el cielo estrellado y la vastedad de la naturaleza.

Mi labor principal fue organizar las comidas para todos durante los 15 días, aunque también colaboré en las demás tareas. Mientras trabajábamos, probábamos la medicina, lo que añadía una conexión especial y enriquecedora con el entorno y el proceso. Tomarla en plena selva intensificó la experiencia de manera única.

Aunque las condiciones eran exigentes y los peligros propios de la selva nos acompañaban, lo repetiría sin dudar. Si tuviera que describir esta experiencia en una sola palabra, sería TRANSMUTADORA. La fortaleza que te da la selva no tiene comparación con nada.

Al volver de la selva, algo había cambiado en mí.

Decidí estudiar las plantas medicinales y me formé con El Camino de la Mujer Medicina, bajo la enseñanza de Jose Fina, quien tiene una profunda formación en Fitoterapia y está muy conectada con el chamanismo. Las clases integran la sanación en todos los niveles: físico, mental, emocional y espiritual.

Comencé a experimentar con sinergias de aceites esenciales, aguas floridas, tinturas madres, cremas, elixires y sahumerios. Los resultados fueron sorprendentes, incluso para mí misma.

Hoy en día, en Suiza, tengo un huerto con mis propias plantas medicinales. Les hablo, canto y siempre pido permiso antes de cortarlas. El proceso de secado, macerado y creación de productos lo realizo con profundo amor y respeto. Si os interesa algún producto, podéis ver Love Yourself.

El siguiente paso me llevó a hacer la formación de Kundalini Activation (Activación de la energía vital) con Sandra y Siegfried.

En un principio, todas las formaciones y terapias que hice siempre tuvieron el foco puesto en sanarme a mí misma. Sin embargo, a medida que fui sanando, me di cuenta de que mi entorno también se veía beneficiado, como si esa sanación se expandiera de forma natural, incluso sin ponerle conciencia o intención. Es un proceso: cuando uno sana, sanamos todos.

Aunque mi enfoque inicial fue la autosanación, pronto me di cuenta de que tenía muchas herramientas para acompañar a otras personas en sus procesos. Fue entonces cuando decidí empezar a ofrecer sesiones individuales y grupales. Me di cuenta de que esa era mi verdadera misión en la vida, algo a lo que quiero dedicarme profesionalmente. Durante dos temporadas de verano, lo compaginé con un trabajo al 60%, trabajando tres días a la semana en una empresa y el resto del tiempo en terapias, sesiones y Love Yourself. Vi que las cosas iban bastante bien, incluso sin dedicar todo mi tiempo ni hacer publicidad.

Sin embargo, mi energía está dividida. Es ahora cuando me planteo la decisión de dejar la vida de ensueño trabajando en un barco en invierno, viajando a lugares remotos, y en verano en Suiza trabajando para otros, para dedicarme plenamente a mi misión entre Suiza y España.

¡Y aquí estoy, trabajando en ello!

De pronto, comencé a sentir la llamada de la física cuántica, un área que siempre me había fascinado, y decidí realizar la formación de SAAMA con Veturian, Nuri y su equipo, todos personas maravillosas.

Este fue un antes y un después para mí. Estas terapias son realmente otro nivel, casi como magia, y los resultados, a veces, milagrosos.

Hoy en día, sigo en constante aprendizaje con Un Curso de Milagros y realizando otra formación con El Camino de la Mujer Medicina: Guardiana de Círculos y Saberes Femeninos. En esta formación, aprendí a sanar mi útero, un proceso que me permitió transformar mi relación con los dolores menstruales. Antes, sufría de dolores tan intensos que perdía la conciencia y tenía que recurrir a medicamentos muy fuertes. Ahora, no necesito tomar nada, y todo esto ha sido posible gracias a las enseñanzas sobre la sanación del útero, las tinturas madres y las sinergias de aceites esenciales que preparo.

Me encanta hacer sesiones abiertas, fluyendo con lo que siento en el momento. No planifico nada, empiezo con una breve charla y, dependiendo de la persona y la situación, voy guiando el proceso, combinando diferentes técnicas y creando algo completamente personalizado en cada ocasión.

La curación es un pensamiento por medio del cual dos mentes perciben su unidad. (Un Curso de Milagros)

Me siento profundamente agradecida de poder hacer este trabajo. Conectar de corazón a corazón es un regalo del universo.

Muchísimas gracias por haber dedicado este tiempo a leerme.

¡Luz y amor a tu corazón!

Thais Escalona